CLAVES

El mayor asesino de la Historia de España murió el dos de febrero de 1998 en la cama de un hospital. Nunca fue juzgado por ninguno de los crímenes que se le imputaban. Confesó haber acabado entre 1964 y 1971 con la vida de 48 personas, pero la policía sólo pudo investigar 22 de ellos y probar su participación en ocho. Varios informes clínicos lo calificaron de mentalmente desequilibrado y la Audiencia Nacional archivó su causa provisionalmente en junio de 1978, ordenando su internamiento en el Hospital Psiquiátrico de Carabanchel, en Madrid. La reforma del Código Penal obligó en 1996 a la Audiencia Nacional a excarcelarlo y trasladarlo al psiquiátrico de Santa Coloma de Gramanet (Barcelona), cerca de donde vivía su familia. Una afección pulmonar, típica en fumadores compulsivos, fue la causa de su muerte.

Se llamaba Manuel Delgado Villegas, pero toda España le conocía como El Arropiero. Había nacido en Sevilla, aunque él nunca lo supo a ciencia cierta, el 25 de enero 1941. Era analfabeto. Tenía la mirada ligeramente extraviada, el cuerpo rocoso y la cabeza destartalada. Lucía un bigote despeluchado como el de su admirado Cantinflas y presumía de haber aprendido en la Legión un sinfín de golpes de kárate y llaves de judo. Su carné de identidad genético revelaba que pertenecía al grupo de la llamada "doble Y", fenómeno cromosomático al que corresponde un altísimo nivel de criminalidad. Tanto el asesino de las enfermeras de Chicago como el celebre estrangulador de Boston padecieron el mismo desajuste.


De los 46 cromosomas humanos hay 22 pares autónomos y dos que son responsables de los caracteres sexuales (XX en la mujer y XY en el varón). Según una teoría de los doctores Turner y Klinefelter, analizada por Víctor Zalbidea en su informe El delito sexual en España (1944-1974), hay hábitos femeninos y eunocoides, hipoplasia testicular y escaso desarrollo de la barba, además de oligofrenia y tendencias delictivas, en los varones XXY (47 cromosomas). Los varones XYY, grupo al que pertenecía El Arropiero, presentan "rasgos psicopáticos y desviaciones sexuales debidas a la aparición del segundo cromosoma. Son tipos supermachos de grandes dimensiones corporales e inteligencia inferior a la media; si son delincuentes son impulsivos y agresivos. Los citados doctores comprobaron que entre 19 delincuentes, 11 pertenecían al grupo doble", afirma el estudio.

Anne Atlan, genetista del Instituto Jacques Monod de la Universidad de París, piensa que, como se ha comprobado en diversos animales (ratones, moscas...) e incluso plantas, "se pueden observar graves desequilibrios por la aparición de cromosomas sexuales asesinos". Los llaman "distorsión meiótica" y es una alteración de la división celular que, al parecer, puede fabricar criminales.

COLECCIONAR ASESINATOS
Lo llamaban El Arropiero porque ayudaba a su padre en la fabricación y venta de arropía o melcocha, una miel que estando muy concentrada y caliente se echaba en agua fría y se manipulaba hasta que quedaba convertida en un pastelito achiclado y empalagoso. Los niños se pirraban por ella.

El Arropiero se pirraba por coleccionar asesinatos. Cuentan que un día, mientras un coche patrulla lo trasladaba al escenario de uno de los crímenes, un policía puso la radio y liberó los aullidos del locutor: "Un famoso asesino mexicano ostenta el trágico récord de ser el hombre que ha terminado con la vida de más gente al matar a medio centenar de personas". "¡Arropiero, ése te ha ganado de largo!", bromeó uno de los agentes. El detenido enmudeció y pareció meditar durante unos segundos. De pronto, levantó la cabeza, se acercó al rostro del hombre que dirigía la investigación, el inspector Salvador Ortega, y le susurró lentamente mientras le echaba el aliento en el cogote: "Jefe, déjeme libre 24 horas, por favor, para que ese tío no me gane".

El Arropiero fue detenido el 18 de enero de 1971 en El Puerto de Santa María (Cádiz). Le acusaban de haber matado a Antonia Rodríguez Relinque, de 38 años, más conocida por Toñi, con una de sus propias medias. Toñi era, según la crónica de Margarita Landi en el periódico El Caso, "muy conocida por el vecindario a causa de su desmesurada afición a los hombres". "Débil mental", continúa la narración, "solía frecuentar todas las tabernas de la carretera general, hablando con los camioneros y prodigando sus favores a todo aquél que lo solicitara. Como además era masoquista, se dejaba golpear y maltratar por Manolo (El Arropiero). Tal vez murió creyendo que aquella presión de la media en su cuello era una demostración de cariño".

Toñi era en realidad una mujer sencilla de 38 años que miró a El Arropiero sin saber que estaba viendo a la muerte. A unos 200 metros de la barriada de El Pilar, por la carretera de Hijuela del Tío Prieto, frente a la finca del conde de Osborne, está el descampado en el que encontraron su cuerpo sin vida. El lugar, llamado Pago Rioja del campo de Galvecito, sigue hoy igual de triste y abandonado que entonces: eucaliptos depredadores, algunas retamas, el suelo cubierto de arena, hojas muertas y esqueletos de sillones destripados.
ASESINATOS

La necrofilia formaba parte de la siniestra ceremonia homicida del posteriormente llamado Estrangulador del Puerto. En el momento en que cometió el delito, esta búsqueda de placer y sadismo después de la muerte no estaba considerada específicamente como delito sexual en el Código Penal. Un artículo establecía que "el que faltando al respeto debido a la memoria de los muertos violara sepulcros o sepulturas o practicase cualesquiera actos de profanación de cadáveres, será castigado con las penas de arresto mayor y multa".

Crimen sobre crimen, horror sobre horror, la investigación policial fue añadiendo miseria al espantoso currículo de El Arropiero. El 20 de julio de 1968 se encontró flotando en las aguas del río Tajuña el cadáver del vecino de Chinchón Venancio Hernández Carrasco. Se dio de bruces con el asesino cuando caminaba hacia una viña de su propiedad a trabajar la tierra. El Arropiero le pidió comida y el campesino le contestó que parecía un buen mozo, sano y fuerte, y que si quería comer que trabajase. Las palabras de Venancio lo sentenciaron a muerte: un golpe seco con el canto de la mano, golpe que posiblemente aprendió en la Legión, le quebró el cuello y la vida.

Sólo un año después los trabajadores de un almacén de muebles de la entonces Avenida del Generalísimo, número 437, en Barcelona, encontraron agonizando en el suelo de su lugar de trabajo a Ramón Estrada Saldrich, propietario del mismo. Conoció a El Arropiero en un bar, y después de una breve amistad discutieron por dinero: se negó a darle a El Arropiero las 1.000 pesetas que éste le pidió. Un golpe en el cuello, acompañado de una presión con las manos para asegurar el estrangulamiento, acabaron con el empresario. El Arropiero le cogío más de 1.000 pesetas, el reloj y las sortijas.